Decimos que queremos enseñar a nuestros hijos a ser alegres, mientras nos quejamos por el trabajo, por la casa, por los compañeros...
Decimos que queremos enseñar a nuestros hijos a ser respetuosos, mientras nos enojamos con quien piensa diferente a nosotros.
Decimos que queremos enseñar a nuestros hijos a ser educados, mientras nos olvidamos de dar los buenos días al panadero, al conductor del autobús.
Decimos que queremos enseñar a nuestros hijos a ser empáticos, mientras criticamos a quien actúa de manera diferente a nosotros, sin pensar en qué le ha llevado a actuar así.
Decimos que queremos enseñar a nuestros hijos a ser amables, mientras pedimos el café de malos modos, sin una sonrisa o un por favor.
Decimos que queremos enseñar a nuestros hijos a ser resilientes, mientras nos quejamos de cualquier circunstancia que trastoque nuestras calculadas rutinas.
Decimos que queremos enseñar a nuestros hijos a ser pacientes, mientras damos golpecitos en el suelo porque no nos atienden cuando les reclamamos.
Decimos que queremos enseñarles tantas cosas...
¿No deberíamos decir menos y enseñar más?
¡Nos leemos!
Nuestros actos son importantísimos, porque nos copian en todo.
ResponderEliminarPor certo, he aprendido un palabra nueva gracias ti.
Beso
Marialu
Así es, nos copian siempre en todo...
EliminarResiliencia es una palabra que aprendí hace relativamente poco yo también ;)
Cuánta razón
ResponderEliminarGracias Irene
Eliminar100% de acuerdo María. Y tantas y tantas cosas más...
ResponderEliminarEs cierto, Noe. Hacemos tantas cosas que contradicen nuestras palabras...
Eliminar100% de acuerdo María. Y tantas y tantas cosas más...
ResponderEliminarEstá claro más que nada porque ellos son el reflejo de lo que nosotros somos, ellos en nosotros se apoyan para ser quienes son. Somos su modelo a seguir.
ResponderEliminarMe ha encantado el post estoy por imprimirlo y ponerlo de cabecera
ResponderEliminarJejeje, gracias, Anya
EliminarMe ha encantado el post estoy por imprimirlo y ponerlo de cabecera
ResponderEliminar