Anonimato bloggeril

Antes de empezar este blog, tuve una duda. Una duda seria, no de las que tengo habitualmente. No sabía si escribirlo de forma anónima o hacerlo con mi nombre y apellidos.

Al final, me decidí por no ser anónima. Sí preservo la intimidad de mi Santo Esposo y de mi Pq. Si el primero alguna vez se pronuncia por aquí con nombre y apellidos, pues dejará de ser anónimo él mismo. Al Pq por el momento prefiero dejarlo al margen. Llegará el día en que él mismo forje su propia personalidad 2.0, y será él el que decida cómo. No sé si el día de mañana le gustaría tener fotos y anécdotas de cuando era pequeño en la red. Así que las anécdotas estarán, pero si no quiere nadie las relacionará con él. Y las fotos, como mucho de espaldas.

Mi decisión se basó principalmente en que en el entorno de mi primer público objetivo (lease las mamis blogueras) ya tenía mi personalidad forjada. Flojita, sí, pero forjada. Ya comentaba como mariapagar en las entradas de sus blogs, ya tuiteaba con ellas bajo este mismo nick... Vamos, que iba a ser un lío si ahora desaparecía como mariapagar y empezaba con otro nombre.


Además, pensé, mis seguidores en Twitter son ellas, básicamente. Sólo me seguían dos o tres personas de mi 1.0, y la verdad es que me hacía gracia que me leyeran también ellos.


Pero héte aquí que tengo más seguidores de mi 1.0 (que por cierto Twitter no me ha avisado de que me seguían) de los que yo pensaba. Y confieso que hay alguno que no me hace ni pizca de gracia que sepa de la existencia del blog, ni que lo lea. No sé si lo conocen y lo leen, pero me siento como si hubiera perdido parte de mi intimidad...


Lo sé, es a lo que me exponía por no ser anónima. Y supongo que casi todos los que no ponéis ni vuestro nombre ni fotos ni nada de nada lo habréis hecho precisamente por eso. Así podéis seleccionar quién sí y quién no. Para mí ahora es demasiado tarde (madre mía que fatalista suena esto). Pero la verdad es que no pensé que fueran a aparecer. Y ya no tiene solución...